Juanma Velasco

Un espacio sin cortinas de humo

LOS MATAN CALLANDO

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Publicado en Levante de Castelló el 2 de agosto de 2017

 

Doce fueron los minutos que la primera edición del Telediario de la 1 dedicó el martes primero de agosto a  Venezuela.  En la franja de apertura, como si el resto de la geografía planetaria hubiera dejado de existir. Venezuela, esa es la consigna, sin reparar demasiado en la veracidad de lo que se informa y sólo reportando aquellas noticias en las que el chavismo y su exponente máximo actual, Maduro, demonicen, todavía más al ya de por sí perturbado líder. Importa poco que la oposición perpetre atentados terroristas o provoque explosiones de cuyas imágenes, paradójicamente, se han servido los medios afines al Gobierno español y a su dictado para ilustrar supuestas barrabasadas chavistas, que haylas y numerosas.

Pocos dudan, a estas alturas del  culebrón, que Maduro es un iluminado pernicioso que sería aconsejable que desapareciese del vértice de la pirámide del poder, pero pocos de quienes se aúpan a ese pináculo son capaces de desalojarse a sí mismos atendiendo a la razón, a la conveniencia para su país o a las súplicas de la oposición. Sin entrar en comparaciones ominosas ¿cuántas veces le han pedido unos y otros la dimisión a Rajoy y ahí sigue? legitimado por un sistema democrático-electoral que  ha «consentido» que el PP gobierne con una holgura que le llega para la arrogancia autocomplaciente, con apenas un 22 por ciento de votos del total del censo electoral. O escrito de otro modo, que sólo uno de cada cinco españoles en condiciones de votar escogió la opción del PP en las últimas legislativas. Pero estos datos pierden de inmediato su valor numérico cuando el presidente escoge a sus ministros y estos a sus directores generales y así hasta llegar al último de los cargos de confianza que completan la telaraña necesaria para perpetrar el poder de una manera atroz, filibustera y sin reparar demasiado en el rigor. Tergiversar para mantenerse. Obnubilar para crear conciencia colectiva en una masa amorfa maleable en conjunto, domesticable, cobarde, acomodaticia y hedonista; calificativos que conocen sobradamente los manipuladores de la opinión pública cuando arrojan sus andanadas de abducción a través de unos medios deudores de los bancos en su mayoría y comprometidos por la voluntad de quienes cobran o condonan las deudas para su continuidad como ente privado «independiente».

El odio enfermizo, interesado hacia Maduro y hacia lo que representa su régimen, ya dictatorial, sin cortapisas, por parte del Gobierno español y de quienes lo sustentan ideológicamente, ha hecho de quienes todavía no nos dejamos mecer por el reloj oscilante de la hipnosis de la propaganda, aborrezcamos casi por igual al Gobierno de España, encargado de ejecutarla a través de todos los medios de comunicación a su alcance que al propio jerarca venezolano. No es un mal planteamiento teórico el chavismo, lo que lo denigra es su ejecución, la interacción de su filosofía con la condición humana, siempre proclive a preservar lo suyo y a los suyos antes del interés común. Pero como doctrina, lo bolivariano, está mucho más próxima a la que predicaba Jesucristo (seguido en Facebook por la mayoría del staff del PP) que este capitalismo neoliberalista que ha subsumido a la civilización humana en el imperialismo del dinero.

En cualquiera de los casos, uno no se traga que la oposición sea una bendita. Recordaré a los desmemoriados en historia que cuando Carlos Andrés Pérez, alguien que acabó revelándose como un neoliberal disfrazado de socialdemócrata (semejante a la deriva de Felipe González) ejercía el poder democráticamente escogido como presidente por el pueblo venezolano, ante los disturbios de la oposición protochavista allá por 1989, ordenó al ejército sofocar las algaradas que se producían a causa de la degradación de la situación interna. El segmento constitucionalista del ejército, malditas constituciones cuando, como la española, se vuelven rígidas, cómodas para demasiados, asesinó en la represión/disturbios a 171 venezolanos reconocidos, pero como de costumbre fueron algunos más.  Las tornas cambiadas, la Historia se silencia cuando no conviene al presente y a quienes tratan de domeñarlo en su favor.

Además, el crédito que me inspiran los líderes opositores tocados con una gorra a lo Neymar, o envueltos «madurianamente» en un chándal chillón, semejantes a los que se estilaban en España, para «mudar», los domingos de los años ochenta es escaso. Siempre con el grito en la garganta, arrebatados, inflamando a sus partidarios, conduciéndolos a las calles, a las barricadas, rara vez a la reflexión, a la introspección. Todos, sin excepción, chavistas y opositores se valen de los mismos lenguajes para seducir a esa masa amorfa, dúctil, olvidadiza e inflamable a la que aludía que con las diferencias culturales y evolutivas propias se acaba comportando parecido aquí y allá.

Desprecio a Maduro, a cómo se produce, a la prostitución de los ideales revolucionarios. Lo especifico porque, con seguridad, a estas alturas de la columna, habrá quien me tilde de bolivariano porque su grado de entrega a los mantras televisivos no les da para análisis detenidos ni menos para adentrarse en la historia que no les conviene. Pero igualmente desprecio a Salmán bin Abdulaziz, actual rey de Arabia Saudí y a toda su corte de jeques, jerarcas y oligarcas arábigos por su alto grado de especialización en matarlos callando, y la expresión es literal, publicada por Amnistía Internacional y en medios sin ataduras gubernamentales como Público, de los pocos que todavía permiten conocer otra cara de la verdad. 66 personas han sido ejecutadas en lo que va de año en el país saudita y otras 14 están a las puertas por manifestarse contra el Gobierno saudí. Sin embargo, el espíritu justiciero del Gobierno español que exhibe a Venezuela con punto neurálgico de la atrocidad represiva, no sólo no se manifiesta contra los saudíes y su refinamiento ejecutorio, sino que envía al Rey a inclinar la cerviz ante sus túnicas y de paso les lleva jamón para que lo coman en la intimidad.

Es ese múltiple rasero, esa adulación servil hacia los unos (esto incluye a China, que se carga enemil al año, incluso hacia Guinea Ecuatorial y otros muchos países que no menciono por espacio) y ese odio enfermizo y reiterativo hacia Venezuela es lo que me provoca un hartazgo que incluso en ocasiones me hace simpatizar, momentáneamente, con Maduro cuando éste se produce lenguaraz y ocurrente.

El siguiente paso de los equipos de comunicación del PP será el campaña «Adopta un país, adopta a Venezuela», aunque el 99 por ciento de la población española no sepa ni quién fue Carlos Andrés Pérez ni cuál es la segunda ciudad más poblada de aquel país ¿tropical?.

Bienaventuradas las masas, porque ellas acaban dando la razón a quienes mejor tergiversan los hechos, cualesquiera que sean, por encima de la fatiga embarazosa de la verdad.

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