Obedezco.
Ya es mañana, tu mañana, y pienso en ti.
Quizá no eras consciente, quizá sí (no tengo modo de saberlo), que más que un título, aquello esplendía como un epitafio: el tuyo.
Y sí, también lúcido para eso, porque la ambivalencia de “batalla” acogía por igual a la vida que a la muerte, a tu muerte que a mi vida.
Obedezco. Cada día sigue siendo mañana, cada amanecer una batalla, y pienso en ti.