Juanma Velasco

Un espacio sin cortinas de humo

CRIMEA CATALANA

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Publicado en Levante de Castelló el 18 de febrero de 2014

No deja de sorprender la concordancia entre los dirigentes de cada periodo de Historia, incluido el actual, por hacer prevalecer lo estático sobre lo móvil, por exhibir como inmutable lo que hace un tiempo se ordenó de modo diferente.

Suele ser coincidente entre quienes legislan, su recurrencia a defender lo presente como lo legal, lo existente como lo único aceptable, cuando de la Ley al delito, del reconocimiento a lo clandestino sólo dista la voluntad, la ideología o la tiranía de un solo hombre, como mucho de varios, de siete a lo sumo.

Lo que es lícito en un país puede estar penado en otro, lo que representa motivo de cárcel en un estado puede no ser ni siquiera sancionable en el vecino, un decreto recién publicado invalida lo tenido como legal hasta entonces, arruinando tradiciones, soleras o jurisprudencia. No deja de resultar paradójico que a determinados modos de regular el mundo los llamen leyes cuando son imposiciones, no deja de resultar erubescente que las ideas de unos pocos siempre prevalezcan sobre, ya no sólo la voluntad de la masa, sino siquiera sobre el sentido común, sobre el discurrir natural de la convivencia, sobre la racionalidad que impone la posesión de una conciencia individual agrupada en colectividades.

La humana es la única especie que ante un mismo hecho reacciona con una pluralidad de actuaciones desconcertante. Un cocodrilo, ya sea australiano o de Botsuana, tiende a comportarse de igual forma ante parecido estímulo. Los humanos se producen dispares, incluso antagónicos en sus reacciones, en función de su credo, de su cultura, de su crianza, de su flexibilidad mental. Y también, cómo olvidarlo, de su género.

Viene la filosofada etológica a propósito de Crimea, una península geográficamente apetitosa, una porción de tierra cómoda y estratégica para la vida si se compara con la hostilidad meteorológica de otras zonas de su mismo país, ¿Ucrania, Rusia?

El reciente levantamiento popular ucraniano que acabó derrocando al régimen, supuestamente democrático de Yanukóvich, hizo que los predadores, vecinos y rusos, se incursionaran en cazaderos que un día les fueron propios pero que dejaron de serlo en el 91, cuando al gigante soviético se le agotó la fuerza electrofuerte de la cohesión y las fronteras volvieron a anteriores estadios de la Historia. ¿Era aquello legal?

Aquella disgregación de la antigua URSS dibujó un nuevo mosaico internacional en el espacio continental más vasto de la Tierra. De un país de 22 millones de km2 se pasaba, por Decreto, a 17. La descomposición dejaría millones de insatisfechos con un nuevo orden geográfico que no todos aceptaron con un conformismo pacífico. Explotaron guerras porque la independencia no había llegado a tantos como la reivindicaban. Y es que la independencia de los pueblos suele ser un nirvana fronterizo al que tender y su consecución sigue generando confrontaciones. La eterna lucha entre la supuesta fortaleza de lo indiviso y la pregonada fragilidad de lo fragmentado.

Con independencia de que Crimea, un territorio que Nikita Krushev cedió a Ucrania en 1954, parece haber medio invadida, medio colonizada, medio intervenida por Putin y su manada de leones para rusificarla de nuevo, prevalece la voluntad de la mayoría (siempre, ahí y aquí, quedan minorías dolientes) de sus habitantes que se sienten rusos y que prefieren el rublo a la grivna.

Las potencias terráqueas que, a propósito de la actual recolocación de Crimea en los mapas, hablan de atropello a la legalidad internacional, de sanciones y de medidas de presión contra Rusia ¿qué dijeron en 1954? ¿Fue acorde la cesión de entonces? ¿Qué pago satisfacía? ¿Estaban de acuerdo los crimeos de hace medio siglo largo con aquel cambio de estado? ¿Capricho, una vez más, de un sólo hombre? ¿O el paraguas inmenso de la antigua URSS minimizó aquella dádiva?

Una revolución no es sino una alteración de los desequilibrios, una nueva disposición de los mismos elementos para constituir una ordenación diferente, una retirada de prebendas de unos para distribuirlas entre otros.

Más allá de las irregularidades habidas en el supuesto referéndum convocado con un apremio sospechoso y que ha determinado, presuntamente, una voluntad aplastante de los crimeos por integrarse de nuevo en Rusia, está el sentimiento de los pueblos que están cohesionados por una misma identidad cultural que no sólo hilvana la lengua.

Cualquier intento de someter la convivencia por la fuerza de la Ley está abocado a la confrontación. Nunca la concordia vino de la mano de la imposición, de la unilateralidad, del actuar como dios manda, porque en asuntos de dioses cada uno pone en boca del suyo palabras o hechos que éste no ha pronunciado jamás. Me da que dios manda mucho menos de lo que se le atribuye.

No preveo, en mi condición autoproclamada de experto en geografía euroasiática (estoy hasta los eggs de la gratuidad de utilización de palabras como experto y sabio aplicadas sobre cualquier pelafustán con carné de simpatizante) que Crimea desate un conflicto internacional duradero más allá del clamor inmediato que suscitan las rupturas súbitas y confusas pero lógicas si nos atenemos a la historia más próxima y a los sentimientos de sus pobladores. Restaurar el imperio otomano, última adscripción geopolítica de Crimea antes de recalar en la Rusia de 1800, se me antoja más complicado que clonar un mamut.

La comunidad internacional hará como que se molesta con Rusia, como que no puede consentir la transgresión de los órdenes geográficos por una fuerza disfrazada de referéndum. Obama entrecomillará algunos de sus nuncas pero sancionará con dureza entre comercial, mediática y perecedera a Rusia, la CE seguirá ejerciendo el papel de comparsa, China a su bola y la India y los mil millones de asiáticos restantes a la suya. Sin embargo, sin que trascienda demasiado, seguirán, unos y otros, transaccionando materias y productos con rusos y ucranianos. El orgullo de estos últimos durará beligerante hasta que alguna ayuda indeterminada parchee su roída economía .

Asoma, indefectiblemente, si se otea desde la aspillera de España, el asunto catalán. Rajoy y doce de los suyos apelando a la España del Cid, errequeerreando con la unidad, con lo de siempre, con la maloliente Constitución, con lo que su dios manda. Pero por encima del concepto histórico y “eterno” de esta España tuya, de esta España nuestra actual, debiera prevalecer la evolución cultural de un pueblo, con todos sus defectos, que tiene derecho a decidir si quiere seguir formando parte de una unidad geográfica que no siempre tuvo la silueta del ahora. Y volvemos al absurdo de presentar a lo actual como lo inamovible.

Del mismo modo que la virgen del Pilar, cuando la ocupación de Napoleón, joteaba que no quería ser francesa, también Crimea y Cataluña, con sus diferencias, deberían ser lo que sus moradores decidieran.

Cabe recordar que la ONU ha pasado de 49 países fundadores a los 193 actuales. Si Wegener descubrió que los continentes se movían al antojo de las fuerzas tectónicas, quién es el hombre, el dirigente, para detener la expansión o contracción de las fronteras.

Un pensamiento en “CRIMEA CATALANA

  1. Buenas, Juanma. A veces cuesta creer que gente con carrera pueda hacer los razonamientos que hace. Lo digo por los políticos que intentan vendernos la burra con lo de Crimea. Intentar encontrar diferencias sustanciales entre este caso y el catalán, o el vasco, o el escocés, o el quebecquiano, o el de Kosovo en su día, incluso el del Sahara Occidental o el de Sudán del Sur no hace tanto, por citar tan solo algunos ejemplos recientes, no es más que un, a la corta o a la larga, vano intento por cuadrar el círculo, marear la perdiz y hacernos creer que los burros, a veces, vuelan. Pero al final, ya sabes, «la llengua no té os, pero talle lo més gros». Cada caso, siendo igual en lo sustancial, que no es otra que la voluntad soberana de los pueblos y las comunidades para hacer y decidir lo que creen más conveniente, aún pudiendo equivocarse, para sus intereses y su futuro, son diferentes según sea la voluntad de los cuatro mandamases de turno y de los intereses, las más de las veces tan obvios como inconfesables, de los que de verdad cortan el bacalao y controlan a esos mandamases-marionetas. Un abrazo. Y por cierto, Juanma, la ONU tiene, a fecha de hoy, 196 miembros, no 193 como tú dices. Nos vemos.

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